Otras cumbres...



No tenía 24 horas en Madeira y ya podía anticipar que perdería parte de mi integridad. Algo de mí se quedaría en esa mágica isla y no hablo de algo físico....ahí, maravillosa en el Atlántico, forma parte de un conjunto de archipiélagos denominados la Macaronesia, nombre que en la mitología griega hace alusión a la morada de los grandes héroes difuntos....hermoso. Si miras bien desde Cabo Girao, el segundo Acantilado más grande del mundo, pareciera como si una gran mano “creadora” rasgó las montañas y bajo sus dedos emanó la vida en ese lugar. La isla es una gran montaña, llena de abruptos picos, montones de túneles irrumpen las formaciones rocosas y mantienen a las poblaciones comunicadas unas con otras.
La mañana que hice cumbre en los dos picos más altos de Madeira me preparé con lo elemental y borré de mi mente cualquier expectativa. Mallas largas, unos Kalenji para trekking, polar, cortavientos no impidieron que las condiciones climáticas, típicas de la temporada invernal me golpearan durísimo. Ráfagas de viento convertían en pequeñas balas las incesantes gotas de lluvia que a su vez creaban peligrosas cascadas en el angosto camino bajo mis pies. La cordura y la insensatez mantenían una intensa diatriba en mi cabeza, ¿ debía parar y retroceder o continuar?. A la final el golpeteo de la lluvia sobre mi cortavientos me dejó demencialmente ensordecida y me permitió colocar una cumbre más en mi pequeña lista personal. CUMBRE!!!! grite en Pico Ruivo y no sólo dejé energía en forma de ondas sonoras en aquel lugar. Ya el día de mi partida, de nuevo en el aeropuerto de Funchal con una maravillosa vista del horizonte, donde el cielo y el mar se confunden, mis ojos se nublaron...Algo dejé, algo perdí, algo gané...un lugar en el mundo, un lugar en mi alma.


Alexandra Diaz.